Capítulo 12
Dos figuras avanzaban entre murmullos, sus pasos resonando con suavidad mientras se aproximaban a Thiago. El ni?o permanecia solo en una mesa junto a ventana, perdido en un torbellino de pensamientos. Sus ojos, fijos en el horizonte, reflejaban un desconcierto nuevo,o si un velo acabara de rasgarse en su interior.
André, ajeno a tormenta que agitaba a su hijo, se acercó con paso firme.
-Tu se?orita Vargas no se encuentra bien-anunció con una voz que, aunque serena, destba una autoridad inquebrantable- La llevaré al hospital primero. Cenaremos después.
A pesar de su apariencia distante, André gobernaba sus decisiones con mano de hierro, un rasgo que pocas veces admitia réplica. En cualquier otro día, Thiago habría asentido sin chistar, confiando ciegamente en su padre. Pero hoy, algo era diferente. Sin previo aviso, el rostro de Sabrina emergió en su menteo un recuerdo inesperado.
Antes de este día, Sabrina había sido un pr constante: cadaida llegaba a tiempo, preparada con esmero para su estómago frágil. Recordó cómo, incluso en salidas con Araceli, e siempre llevaba consigo algo ligero para él, bocadillos hechos a medida para su condición especial. Aunque su talento en cocina era innegable, repetición de aquellos tos había terminado por aburrirlo. Afuera, variedad lo encandba, y poco a poco, el cari?o detrás de esos gestos había perdido su brillo.
La voz dulce de Araceli cortó el hilo de sus cavciones.
-André, Thiago no está bien de salud -dijo con suavidad-. Deberiaer algo primero.
La respuesta de André fue tajante, casi cortante.
-Tu salud importa más que de Thiago.
Un leve rubor ti?ós mejis de Araceli ante esas pbras. Bajó vista hacia el ni?o, sin
insistir más.
-Thiago, ?qué tal si pedimos un pastel de fresas para que lo lleves en el camino? El pastel de fresas era su favorito, un cer que en otros tiempos lo habria hecho brincar de emoción. Pero hoy, su respuesta fue apenas un murmullo,
-Está bien.
Araceli frunció el ce?o, notando algo extra?o en su actitud, aunque lo dejó pasar. mo all mesero para que empaquetaran el pastel y, tomando mano de Thiago, abandonó el restaurante con él a sudo.
En el trayecto al hospital, Araceli ocupó el asiento del copiloto, girándose constantemente para vigr al ni?o.
-Thiago, ten cuidado aler el pastel, no vayas a mancharte–le recordaba con ternura. Luego, con un suspiro mncólico, a?adió-: Si no me mareara tanto en el coche, me sentarial
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Capitulo 12
atrás contigo para cuidarte mejor.
Siempre había sido así: incluso cuando Sabrina estaba presente, Araceli remaba el lugar dntero, alegando que el movimiento aliviaba. Thiago, con
el pastel entres manos, dejó que su mirada se perdiera ens capas de crema
y fruta. De pronto,s pbras de Cristina Medina resonaron en su cabeza: el azúcar era un lujo que Guido no debía tomar, un cuidado disfrazado de restrión.
Sin pensarlo demasiado, alzó voz
-Se?orita Vargas, ?usted es amante?
El aire dentro del auto se detuvo. Araceli, atónita, dudó de sus propios oidos.
-?Qué?
Thiago levantó mirada, firme y sereno, repitiendo con ridad.
-Se?orita Vargas, ?usted es amante?
Jamás habría imaginado Araceli que esas pbras saldrían de él. "Amante" era un término punzante, una daga que hiere en lo más hondo. Su rostro se petrificó, atrapada entre sorpresa y el dolor, mientras buscaba cómo responder.
-?Thiago! La voz de André retumbó, cargada de reproche-. ?Tienes idea de lo que estás diciendo? ?Dónde quedó educación que te hemos dado?
Araceli, recobrándose, intervino con premura.
-André, no lo rega?es -pidió, su tono suavizado por un matiz de tristeza. Es solo un ni?o, ?qué puede saber de estas cosas?
Hizo una pausa, dejando que el peso de sus pbras flotara en el aire.
-Sé que se?orita Ibá?ez no me tiene en alta estima. Pero, por mucho que me desprecie, no debería meter a Thiago en esto. Los asuntos de los mayores no son para los ni?os. Al fin y al cabo, él es tan peque?o... tan inocente.
.???